lunes, 24 de marzo de 2008

La muerte y el niño

- No hay tiempo. Nunca lo ha habido. - Sentenció ella clavando sus ojos vacíos en él.
- Nunca te lo he pedido. - Respondió él tan orgulloso y alocado como siempre.
- Pues cógeme la mano y vámonos de una vez. - Se enfureció ella.
- No, aún no. Al menos me debes una última cosa.
- ¿El qué?
- Un baile, un abrazo y un beso.
- Eso son tres cosas.
- Te prometo que con el beso nos iremos.
Ella asintió casi a regañadientes, pero lo cierto es que le apetecía. Tenían todo el tiempo del mundo porque el tiempo no existía.
Y se abrazó a él. Le rodeó la cintura con ambas manos mientras bailaban una danza imposible y, precisamente por eso, perfecta.
Ella era la frialdad solitaria de la muerte, la merma constante de la enfermedad, la tristeza inevitable de la desesperación, la amargura irreparable del vacío y él se había empeñado en llamarla, en unirse a ella, en fugarse con ella.
Ella, que nunca permitió que nadie se le acercase, cayó rendida ante él.
Porque él era el sabor intangible del idealismo, el ardor irrevocable de los sentimientos, el candor egoísta de la niñez, el estallido salvaje de la vida y ella se había empeñado en conocerle, en descansar en él, en desnudarse para él.
Él, que siempre pudo ponerle fin a todo lo que inició, esta vez a ella no consiguió pararla, y tampoco quería.
Bailaron. Mientras bailaron, sonó la música más profunda del mundo que nacía del movimiento sincronizado de sus cuerpos.
La música contó cómo los extremos se buscan y se funden formando un círculo sin principio ni final, cómo todos los que hemos nacido niños, morimos siendo niños aunque tengamos más años que las estrellas y cómo la muerte no es más que la cualidad más universal y humana de la existencia, odiosa y fascinante por su inevitabilidad.
El baile acabó y la música se detuvo.
Se abrazaron. En ese abrazo se conocieron por primera vez sin mentiras y sin espejimos. El fue la pregunta y ella la respuesta. Ella fue la sangre y él el corazón.
Juntos, por fin. Dio igual si por un segundo o por diez eternidades, juntos. Juntos.
Se besaron. El niño besó a la tentación, así se convirtió en adulto.
La desesperación besó a la vida, así nació la esperanza.
Y se desvanecieron en el aire, porque la comprensión sólo dura una décima de segundo pero marca para toda la vida, porque al alcanzar lo que más deseamos, nos disolvemos a manos de otra persona, de nosotros mismos o de una idea, pero desaparecemos.
No importa. El tiempo no existe y la desesperación en nuestra vida, sólo puede traer la muerte o la esperanza.
Las dos son igual de buenas, sólo nosotros las hacemos horribles. Porque nunca aprendemos.

La música manda:

Everything louder than everything else (Meat Loaf)
Happiness (Grant Lee Buffalo)
Bat Out of Hell (Meat Loaf)

Más libros, más libres:

Nuestra Especie (Marvin Harris)

sábado, 15 de marzo de 2008

Ligero sabor a sonrisa

A lo largo de estos meses me he dedicado a destapar lo horrible de nuestra sociedad y lo despiadado que hay en cada uno de nosotros, pero en esta vida tan breve también hay tiempo para pequeñas gotas de optimismo y alegría.
Este post trata sobre las pequeñas cosas grandes que me hacen sentir bien, porque incluso la infelicidad y la amargura sonríen de tarde en tarde:

Cerrar los ojos y fundir mis sentidos con una de las mil canciones y obras musicales que conozco, lograr durante un segundo ser uno con las notas y con la voz y con los instrumentos, es casi como si te atravesarán el corazón con el abrazo más potente y dulce que existe.

Los labios de la persona que amas rozando los tuyos y presionándolos suave y sinceramente. Su aliento arropando el tuyo como si fuera el comienzo del mundo, justo esa milésima de segundo que antecede a la inevitable lujuria. Esos besos son los que nos hacen aún más humanos, en esos besos nos encontramos a nosotros mismos en otra persona y, como todo lo bueno, son demasiado escasos.

Aprender algo que no sabías y que cambia algo dentro de ti. Conocer una idea que de repente relaciona otras ideas dispersas en tu mente y construyen un cuadro muy hermoso porque dotan de sentido al mundo o a ti mismo, cómo podías no haberlo visto antes si parece que lleva ahí desde siempre. Y te vas completando y evolucionando y creando como una espiral gigantesca de sentimientos y conceptos que siempre va a más.

La sensación de calor del sol en una mitad de tu cuerpo y la de frío en la otra. Pequeña ambivalencia que se encuentra en el centro de tu pecho haciéndote sentir parte minúscula de un planeta inmenso y a la vez perdido en al amplitud del universo.

El grito de furia, rabia o placer explosivo que te hace sentir tan vivo como fuerte es su sonido. Esos gritos que definen nuestra esencia primordial y que duran mil años en cinco segundos, que te liberan de cadenas materiales y espirituales, que expresan deseos y frustraciones a la vez, que expulsan nuestra alma fuera para vaciarla y llenarla de nuevo con una independencia interminable.

Podría seguir así bastante tiempo, pero creo que me estoy volviendo cursi y redicho y no lo soporto. En realidad cualquier idea, objeto o persona capaz de despertar nuestros sentidos aletargados proporciona las pequeñas maravillas que nos provocan sonrisas, importancia a nuestros ojos, placer y éxtasis.
Yo tengo las mías y cada uno las suyas.
Conozco gente a la que le gusta decir que la felicidad es un camino no una meta. Yo prefiero expresarlo diciendo que la vida no tiene sentido, sino que hay que dárselo y son las cosas que acabo de decir junto con las que me guardo (buenas y malas) las que le dan el sentido a mi vida y, por extensión, a mí mismo.

La música manda:

Beautiful Day (U2)
The Swans (Väinö Raitio)
Outcast (Mike Oldfield)

Más libros, más libres:

El Ultimo Deseo (Andrzej Sapkowski)

Vida ¿a cualquier precio?

Alzad vuestra mirada en derredor, veréis que hay muchísimos ancianos, muchísimas viejecitas adorables.
Este país se vuelve viejo. Si no fuera por la inmigración, esta nación pronto dejaría de estar habitada.
Sería fácil entrar en un discurso eugenésico afirmando que los abuelos son una carga pesada para el estado, que no tienen utilidad en nuestra sociedad, que muchos de los recursos que se destinan a ellos se traducen en menos becas, menos subvenciones y menos viviendas de protección oficial para jóvenes; pero no es esa mi intención.
Detesto lo que hicieron los nazis eliminando a los elementos inútiles para su sociedad y antes que los nazis, los estadounidenses y antes, los griegos. Ningun grupo humano puede ser capaz JAMAS de decidir el destino de un individuo y mucho menos su muerte.

Lo que intento hacer ver es el camino que nos ha llevado aquí y sus consecuencias.
Hoy tenemos la mayor esperanza de vida de la historia del hombre, eso es indiscutible, pero ¿con qué calidad?
La medicina está lejos de proporcionarnos la inmortalidad (gracias sean dadas a los cielos), sólo ha avanzado en alargar la vida de forma automática y denigrante, con miles de pastillas y revisiones, ignorando los deseos del paciente y su calidad de vida.
Tenemos que vivir cueste lo que cueste, aunque estemos aislados y solos en nuestros pisos minúsculos con nuestras pensiones irrisorias, aunque suframos una enfermedad degenerativa que al final nos matará y que lo que hace es quitarnos lentamente la alegría y la ilusión, aunque nos achaquen miles de dolores y no disfrutemos del sol, aunque seamos una condena para nuestros hijos porque ya no les reconocemos, aunque nos meemos y nos caguemos encima.
¿Por qué?
Por miedo a la muerte sobre todo, por educación moral y religiosa casi siempre.
Lo desconocido aterra y ni siquiera la ferrea fe en cualquier dios elimina eso. Tenemos miedo a desprendernos de la vida por puro instinto, por la necesidad de autoconservación, incluso a pesar de que lo que vivamos sólo sea un espejismo de existencia. Afortunadamente a lo largo de los milenios hemos desarrollado un cerebro espectacular que nos permite evaluar las cosas desde una perspectiva muy avanzada y podemos tomar decisiones basadas en la mayor ventaja para nosotros. Hay formas de morir indoloras.
Entonces ¿por qué persistimos en vivir cuando tenemos la vida resuelta con 88 años, artrosis galopante, cáncer de colon y fase 2 de alzheimer?

El cristianismo y la mayoría de las religiones condenan el suicidio. A los suicidas sólo les esperan torturas horribes, infiernos inenarrables. Quizá habría que analizar esto desde una perspectiva antropológica e histórica y ver cuál era la esperanza humana de vida en los albores de estas religiones, quizá al hombre se le necesitaba vivo para poder perpetuar la especie, quizá la tierra no estaba tan jodidamente superpoblada y carente de recursos como está ahora.
Sea como sea, hemos heredado esto y nuestro aprendizaje moral condena quitarnos la vida, aunque, dependiendo de la perspectiva, sea el acto más heroico que pueda hacer una persona a lo largo de su ciclo vital. (Vease historia de Roma)
Si vivimos en una sociedad tecnológica y económicamente avanzada, si además la muerte nos aterra y encima nos han educado en la condena del suicidio, tenemos el resultado actual.
Hay muchos ancianos repletos de vida que quieren y necesitan vivirla, adelante, posibilitémosela.
No obstante, también hay ancianos vacíos, muertos ya en vida, atrapados en enfermedades y barreras sociales que no soportan y, si no somos capaces de reeducarles ni de proporcionarles los recursos económicos, sanitarios y sociales necesarios, por el amor de Dios, dejémosles al menos elegir la forma en la que quieren morir.

Sé que es muy fácil hablar de esto cuando se está lejos de esa edad y de esas circunstancias. Puede que yo me comporte de forma contraria a como estoy aconsejando. Tal vez sea el más cobarde de todos y alargue mi vida hasta que el corazón me reviente, pero mi deseo sería tener la fortaleza suficiente para cuando llegue a ese momento, poder evaluar conscientemente mis posiblidades y tomar la decisión de experimentar todo lo que me he autoprohibido por miedo a sus consecuencias (todo tipo de drogas, hacer puenting, hasta decir lo que pienso sin ningún tacto).
Todo eso sólo puede decirlo el tiempo que ya sabe la respuesta.

La música manda:

En Saga (Sibelius)
Dude looks like a lady (Aerosmith)
Spooks in the attic (Edguy)

Más libros, más libres:

El Pirata Garrapata (Juan Muñoz Martín)

viernes, 14 de marzo de 2008

Biología, mente, cultura, todo relacionado

Antes de leer este post recomiendo encarecidamente que veais estos videos:

http://www.youtube.com/watch?v=rIfAFA80IN0
http://www.youtube.com/watch?v=WFdANkfd-Cs
http://www.youtube.com/watch?v=8TLY1Jacn4g

¿Qué os han parecido? Puede que os hayan dejado indiferentes, en ese caso dejad de leer. O bien, puede que os haya cambiado la visión tradicional que teníais, entonces, bienvenidos.
Personalmente lo que más me ha chocado ha sido la idea de que quizá nuestros estereotipos sociales no sean producto de nuestra cultura, sino que nuestra cultura refleje nuestra biología y, por tanto, los estereotipos sociales existirían previamente.

Tenemos un determinado tipo de cerebro que nos hace percibir la realidad de cierta manera, luego nuestra realidad subjetiva como especie y como entes individuales no es la única. De esta idea se desprenden un gran número de implicaciones inquietantes:

Para empezar aporta apoyo empírico a la corriente constructivista que afirma que la realidad no se conoce, se construye y, entonces, es única para cada persona, de tal forma que es imposible comparar un sujeto con otro, una vida con otra, una mente con otra. Moralmente no sé podrán juzgar las conductas y las percepciones de otro puesto que está viviendo una realidad diferente. ¿Es justo entonces que haya un sistema de justicia tipificado, entre otras cosas? (Los vídeos también intentan aclarar esa cuestión al afirmar que el individuo puede aprender a controlar acciones consideradas indeseables, pero yo voy casi al argumento filosófico, no al práctico).

Además brinda argumentos a favor de la abolición de la psiquiatría biológica como profesión, ya que esta rama de la medicina se centra en el estudio de las enfermedades mentales como enfermedades del cerebro y presupone cerebros y realidades iguales para todos los individuos. Sus tratamientos consisten mayoritariamente en "normalizar" a las personas (eliminan los síntomas que consideran negativos, pero los pacientes a su vez pueden considerar esos síntomas como positivos y, de hecho, en todos los casos, los síntomas surgen como intento de adaptación del individuo a su medio social, mental o familiar. Si se les quita ese colchón y no se les dota de otras habilidades o estrategias, estamos condenando a la persona y no sanándola)

Esas sólo son dos de las implicaciones que veo, pero hay muchas más: pone en tela de juicio los códigos morales, los sistemas políticos, nuestros principios más internos, nuestra idea de la religión, aporta una nueva visión del arte (¿creación, reflejo biológico o ambas?) etc, etc. Nos hace vernos desde dentro a fuera cuando estamos acostumbrados a ver el mundo y la realidad de fuera a dentro. Creo que por eso me asusta tanto y me atrae aún más.

El ser humano necesita dividir el conocimiento para empezar a comprenderlo. Al principio la Filosofía explicaba todo, pero posteriormente, al ver la complejidad del mundo, hubo de ir partiéndose en disciplinas diferentes pero siempre complementarias (física, química, medicina, antropología, psicología, geología...) Me parece que hemos perdido de vista que el objetivo es comprender nuestro mundo, nuestro universo y a nosotros mismos y no defender con uñas y dientes lo que nos han enseñado en la universidad (el médico sólo defiende explicaciones médicas, el psicólogo, sólo psicológicas, etc.).
Es seguro que nuestros ojos no lo verán, pero si el hombre perdura como especie mucho más tiempo, llegará el día en que todo se vuelva a unificar y podamos ver el cuadro completo y no sólo ligeros trazos. Pero podemos empezar ahora ese camino trabajando interdisciplinarmente, abriendo la mente a otros conceptos que no nos planteábamos y eso es lo más complicado. Si lo logramos, estaremos a punto de conseguir nuestra meta.

Si quieres ser libre, tienes que empezar a ver la realidad de los demás con los ojos de los demás, cuando las valores tanto como la tuya propia, poseerás infinitas posibilidades para elegir ¿y no es la libertad la capacidad para elegir? Sin embargo, eliges mal si sólo conoces una pequeña parte de las opciones reales que existen.
En ese punto estamos ahora.

La música manda:

I´d Do Anything For Love (Meat Loaf)
Telegraph Road (Dire Straits)
Quietly (Guano Apes)

Más libros, más libres:

El Conde Lucanor (Don Juan Manuel)