miércoles, 28 de mayo de 2008

Concierto para sangre y orquesta

CARA A

Era un cielo. Lo amaba tanto como una mujer puede amar a un hombre y, por lo visto, era demasiado pero no suficiente.
Lo colmó de atenciones y de besos, de abrazos y de deseos.
Lo llenó con su alma y sacrificó su carrera por él, lo adoraba, lo quería.
Se conocieron de casualidad. Ella ponía copas por las noches para poder pagarse los estudios y él acompañaba a sus amigos por no estar solo.
No bebía. No fumaba.
Hablaron y se enamoraron. Salieron. Se besaron. Se acostaron.
Y él comenzó a tejer su tapiz de espejismos.
La manipuló, la utilizó, la separó de su familia, de sus amigos. Sin embargo ella vivía en un sueño y no quería despertar. Al final los errores pasan factura ¿o quizá no?
Pasaron los años y vinieron los golpes, las palizas, los cortes, siempre precedidos por días interminables de insultos, vejaciones y masacres emocionales.
Seguía sin querer ver. Se justificaba afirmando que en el fondo era bueno, que cambiaría, que quizá ella se lo merecía. Hasta dónde es capaz de llegar la mente para evitar los cambios, para no caerse del precario equilibrio en que la mantienen las creencias erróneas, irracionales, pero, al fin y al cabo nuestras, sin ellas sólo está el caos, la locura ¿o quizá no?
Su vida se convirtió en un laberinto de dolor, en un infierno de golpes, sangre y gritos.
Un día no pudo más.
Empezó a investigar. Descubrió que antes de ella hubo varias (otra mentira más), que a todas las machacaba y las golpeaba. A una no logró encontrarla. No quiso visitar el cementerio, demasiado miedo.
La última paliza fue la gota que derramó el vaso. A duras penas logró arrastrarse al portal y suplicar ayuda.
La ambulancia voló a urgencias y los médicos dieron el parte al juzgado. Ella quiso seguir adelante, pero era demasiado tarde.
La mañana que acudía a comisaría, él se materializó de la nada tras una esquina.
Ella notó la aguja de hielo que le atravesaba las entrañas y antes de sumirse en una negrura mortal ,tuvo tiempo de ver cómo su torturador y verdugo saltaba delante de un autobús que le destripó sobre el asfalto.
Suspiró al darse cuenta de que moría sola, olvidada y miserable. ¿Quién tenía la culpa?
¿Importaba quizá?
Su último pensamiento también fue para él: "Dios, no permitas que me lo encuentre en la otra vida otra vez"

CARA B

No era nadie. Era feo, tímido, inseguro, poca cosa, un deshecho humano, un error que no debió nacer.
Y ahí estaba.
Suplió todas sus carencias con una dedicación al trabajo que rayaba en la religiosidad. Quizá por eso le ascendieron a gerente y después a director de la sección nacional. Tocó techo laboral a los 35 años.
Y apareció ella.
Al principio ni siquiera la miró ¿Cómo iba una mujer así a fijarse en un paria repulsivo como él?
Contra todo pronóstico ella se le acercó. El se escondió tras su muro de hormigón y metal, pero la chica estaba decidida y tras varios meses, abrió una brecha y después de un año destrozó sus defensas.
El se lanzó a ella con toda la esperanza de una vida amargada y solitaria. Le dio su identidad, su corazón y, lo más importante, le dio su dinero.
Ella no lo rechazó y siempre quería más. A cambio le facilitaba pseudoamor, pseudosexo, pseudovida, que eran menores conforme disminuían los lujos.
El empeñó sus bienes, le donó toda su fortuna, hipotecó su casa y sólo quería algo de cariño, sentirse querido por una vez en la vida.
Pero todo lo material acaba terminándose.
Ella ya no lo necesitaba. Se acercó a los barrios bajos, le dio 100 euros a la persona adecuada y a la media hora estaba en urgencias medio muriéndose.
Confesó a gritos que había sido su pareja, que ese era el culmen tras años de maltrato psicológico.
Los médicos dieron el parte al juzgado.
Ella sólo quería sacarle hasta el último céntimo, pero ál estaba arruinado, sin trabajo, sin familia, nunca tuvo amigos, sin propiedades.
La ley es injusta, pero necesaria y la justicia es absurda, pero demoledora.
La primera semana de sus 10 años de prisión fue violado dos veces.
Antes de acabar la segunda semana se había suicidado clavándose un picho en el ojo.
Su último pensamiento fue una brutal carcajada al imaginarse a sí mismo pegando a su pareja, pegando a alguien.

La música manda:

Resurrection (B. S. O The Passion of the Christ)
Endless Road (Tommy Emmanuel)
The Might Of Rome (B. S. O Gladiator)

Más libros, más libres:

Juego de Tronos (George. R. R. Martin)

miércoles, 21 de mayo de 2008

La rabia del desesperado

Por tu cabeza pasan todas las muertes que has sufrido en esta vida.
Todas las muertes ajenas (las violentas, las naturales, todas inesperadas) y todas las muertes propias (los suicidios, los asesinatos, todas premeditadas).
Por tu sangre fluyen los restos de todos tus fracasos, de todas las situaciones en las que te has encontrado fuera de lugar.
En tu boca vive el regusto de todos tus miedos y de toda tu desesperanza.
Eres un laberinto sin salida, un ocaso de decepciones, un mero boceto de lo que quisiste ser.
Al final te das cuenta de que siempre estuviste solo, de que jamás te lograste vencer a ti mismo aunque lo intentases a menudo con todas tus fuerzas.
Al final sigues siendo un niño pequeño suplicando por una protección que nunca existió.
Incomprendido, loco, descerebrado, inmaduro, mortal, todo eso eres.

Tienes miedo, como siempre, y eso dejó de tener sentido cuando abriste los ojos.
¿Cuándo todo empezó a carecer de sentido? ¿Cuándo abriste los ojos?
Deseaste y lo conseguiste, volviste a desear y volviste a conseguir. A tu alrededor te consideraron afortunado, pero tú sabías que no merecía la pena, que por dentro no estabas más que podrido.
Porque deseabas cosas, metas, reconocimiento, y jamás te deseaste a ti mismo.
Fallaste, como todos, como nadie.
No eres digno de compasión y, probablemente, no la pidas. No eres digno del amor, porque eso es para los estables, los idealistas y los que están cuerdos.
Tú sólo eres digno de la soledad, de la impotencia, del rechazo, de los gritos y las lágrimas, de lo opuesto.

Tranquilo, no eres más que un vagabundo abandonado. Yo te comprendo, porque estoy viviendo tu vida, porque repito tus actos, tus sentimientos y expreso tus emociones.
Nos hemos desterrado nosotros mismos y le echamos la culpa al sistema o a la sociedad o a los demás, sin embargo el fallo estuvo siempre dentro de nosotros, que no somos más que una enfermedad autoinmune que no ataca nuestro cuerpo, sino nuestra mente.

Si hemos rechazado todo tipo de redención, ¿somos los únicos a los que jamás se les concederá ningún tipo de perdón?
¿Lo hicimos nosotros, por nuestra culpa?
¿O símplemente era inevitable?

Quizá no importe, porque el alambre de espino del dolor está grabado en mi alma y creo que sólo sé hacer bien una cosa en la vida: sufrir.

La música manda:

Sinfonía nº 5 (Mahler)
Objects in the rare view mirror may appear closer than they are (Meat Loaf)
Wish You Were Here (Pink Floyd)

Más libros, más libres

Los Hermanos Karamazov (Fiodor Dostoievski)