domingo, 25 de enero de 2009

Me reflejé en espirales

Momentáneamente me perdí en la claridad creciente de la inconsciencia.
Me perdí en la alquimia de mis propias ansias, en la certeza fracasada de la ignorancia.
Buscando el suicidio encontré la música y con ella, el deseo y con él, mi vida.
Me reflejé en espirales de aguamarina construyendo delirios de grandeza que jamás se cumplirían.
Maldije la sociedad hasta que los insultos se convirtieron en fango entre mis dientes.
Viajé al corazón de los dragones que tejen la rabia, al ocaso infantil del tiempo.
- Cambiaré el sistema, cambiaré el mundo - Me decía intentando ocultar que mi objetivo había sido siempre cambiarme a mí mismo.
Provocaba peleas para ganarlas perdiendo, y Cyrano me susurraba al oído "Es más bello porque es inútil".
Presumí de mis carencias exagerándolas hasta la hipérbole. No me percaté de que lo hacía como defensa y se volvió contra mí. Mi terapeuta lo bautizó como mi eterna inseguridad.
Comparé y no sirvió de nada. La envidia me deshollaba al ver a personas mejor situadas que yo y el remordimiento me devoraba al contemplar a gente peor parada que yo.
Mi alma se deshizo en palabras que nadie escuchó, que nadie leyó y que todo el mundo repetía sin saberlo.
Me reflejé en espirales de ónice pintando la muerte con besos.
Agonicé en autocompasión hasta que mi imagen se oxidó entre mis manos.
- Me odio, me detesto, me doy asco - Me gritaba evitando saber que me amaba, pero no lo aceptaba.
Atravesé el umbral del palacio donde moraban los dioses de la locura, me arrodillé y pedí su bendición.
Desgarraron mi pecho con promesas ilimitadas, mi espalda con carcajadas en forma de lágrima, mi rostro con infiernos de lealtad.
Recuerdo que me vestí con los labios de un adolescente. Mi idealismo se licuaba en mis ojos como la sangre en una navaja.
Volé a lomos del viento intentando volcar las estrellas, pero mis brazos se abrasaron en una elipse de carne humeante. Y no me importó.
Conté tres veces los granos de arena de un desierto y tres veces reventé mis valores, mis principios.
Me reflejé en espirales de turmalina entregándole mi esencia.
Exploté en alaridos hasta que mi lujuria se convirtió en un océano que desgajó mi realidad en billones de realidades más complejas.
- ¿Por qué? ¿Por qué? - Me preguntaba ignorando que ya sabía la respuesta.
Habité en el reino del olvido navegando entre recuerdos ajenos.
Supliqué tu corazón y conseguí mi comprensión. Así que seguí delirando hasta consumirme en un abismo de plenitud. Y de repente todo el mundo chillaba en mis oídos.
Me gritaron que dejara de pensar, me exigieron que dejara de soñar, me prohibieron imaginar, crear, nombrar.
Y entonces supe que en ese momento acababa de morir.

martes, 20 de enero de 2009

El hombre de ceniza (I)

- ¿Cómo pretendes que me crea que eso es un arco iris? - Se asombró la doctora - ¡Es todo rojo!
El hombre de ceniza la miró enarcando las cejas y sonrió con ironía.
- No es rojo, es un arco iris normal, color arco iris. - Repuso con total seriedad.
La doctora apuñaló el dibujo con la mirada. El arco iris ocupaba el centro del papel y encima de él a los lados estaban pintadas dos bocas en un chillido silencioso, negras como el corazón de la verdad.
- ¿Eres consciente de lo que dices? - Preguntó la doctora - Mira, intento ayudarte, pero si no pones de tu parte, no puedo hacer nada.
- ¿Por qué me dice eso? Es un arco iris. Usted me pidió un dibujo y se lo he traído. Estoy tratando de trabajar como usted me dijo.
- Vale, te agradezco que te impliques en la terapia, pero no puedes decirme que es un arco iris normal cuando es todo rojo.
- Ya, pero es que no es rojo, es un arco iris normal.
- Está bien. ¿Qué significan esas bocas a los lados?
- Son dos bocas que gritan de frente y, por lo tanto, no se escuchan la una a la otra, van cada una por su lado. - Explicó el hombre de ceniza. - El mundo funciona así. Ahora todo el mundo habla de la importancia de la comunicación, pero es sólo teórica. No se comunican.
La doctora le sostuvo la mirada y guardó un silencio prudente.
- Mire, doctora, vine aquí buscando ayuda, pero, si le soy sincero, no sé para qué. Nací perdido, crecí ahogándome en angustia y moriré atrapado.
- Háblame de tus recuerdos, dime qué te angustia, cuándo te diste cuenta de que estabas perdido y por qué te sientes atrapado.
El hombre de ceniza cerró sus ojos amarillos, inspiró profundamente y se dispuso a descorrer la cortina oscura de la negación.

El niño gritaba.
El niño lloraba.
Testigo de violencia sexual hacia él, hacia su madre. Sin apoyo, sin palabras, sólo con la comprensión inevitable que dan la sangre y las lágrimas del ser más querido.
Pinceladas de gris y rojo destrozaban la identidad que jamás de construyó.