miércoles, 11 de marzo de 2009

NO ESTOY LOCO (pero falta tan poco...)

"¡No estoy loco!" Me gritaba mientras mi yo se desmoronaba ante mi asombro.
"No estoy loco" Me susurraba mientras me abrazaba a la nada.
"¿No estoy loco?" Me preguntaba mientras descubría una verdad.
Si los demás creen que estás loco, ¿importa en algo que tú pienses lo contrario?.
¿Es la locura una "minoría de uno solo" como afirmaba Orwell?
No es verdad, es verdad, no es verdad, sí lo es... Y así hasta llenar un vacío infinito.
Cuando estoy tan sumamente desesperado (aunque no sea capaz de percibirlo conscientemente), cuando el medio en el que vivo ha destrozado mis posibilidades de adaptación de todas las formas concebibles, cuando como última defensa ante la invasión inevitable del exterior en mi interior (o cómo última resistencia ante mi propia desintegración) tengo que reajustar de una forma tan violenta mi esencia más íntima, mi realidad más propia a través de delirios, de alucinaciones, de desorganización conductual y mental, vosotros tenéis la odiosa osadía de llamarme loco, de ponerme una etiqueta, de tratar por todos los modos (manipulativos, violentos, inevitables...) que yo asuma que estoy enfermo.
¿Por qué? ¿Acaso mi locura no es el último intento que me queda para adaptarme a las normas, modos de vida, familia y desigualdades que vosotros imponéis?

Os asusta. Lo entiendo perfectamente. Mi locura refleja la vuestra.
Además es mucho más fácil convenceros de que la culpa es mía, de que yo tengo un problema, de que mi cerebro está marchito. Antes eso que atreverse a reconocer que algo en vuestro perfecto sistema social no funciona del todo bien.
Pero tenéis razón. La culpa es mía, puesto que soy yo quien "ha brotado" (como os encanta decir) y quien os hace sentir inseguros y atemorizados. Desde luego, también asumo parte de la responsabilidad en mi mejoría (quedó perfectamente claro cuando empecé a delirar para adaptarme a vuestra sociedad), pero ¿cuándo diablos asumiréis la vuestra?
No me hagáis reir con vuestras batas blancas y vuestras pastillas que lo solucionan todo, con vuestras psicoterapias centradas en los síntomas, con vuestro burdo boceto de tratamiento comunitario. Eso sólo es una parte del todo. Es como los preliminares sin coito o como la amenaza sin la consecuencia. Te hace sentir inútil, hueco. Te hace sentir un pelele incomprendido, cuando tú te has dejado la cordura por comprender lo que te rodea.

Me escupís a la cara que por mi enfermedad resulto impredecible, agresivo, casi demoníaco. Si ni siquiera podéis predecir la hora de llegada de un avión, ¿tratáis de predecir los actos de una persona? ¿Predecir o controlar? Es bastante sospechoso que la primera palabra vaya necesariamente unida a la segunda.
Si no actúo como vosotros consideráis que debo actuar, si no pienso como vosotros habéis determinado que hay que pensar, si siento demasiado o demasiado poco, si percibo cosas que vosotros no percibís, estoy enfermo.
Preferiría que me quemaráis en la hoguera como antaño, así me ahorraría al menos años y años de sufrimiento, de deterioro (pero es tu enfermedad la que te va deteriorando, chilláis. Vuestros fármacos destroza-neuronas, el aislamiento al que me sometéis, los prejuicios que me asociáis... eso no me deteriora, en absoluto).

La locura (psicosis, esquizofrenia... no importa el nombre) no tiene una causa biológica, en todo caso un MEDIO biológico de expresión.
La locura no es un factor sociológico, ni una enfermedad, ni una condena antropológica (aunque se le parece bastante).
La locura es la más desesperada de las tentativas de solución del conflicto simbiosis-individualidad y su evolución hasta el conflicto persona-sociedad. Pero ante todo, la locura es una realidad subjetiva y, por ello, REAL. Ni la propia persona la entiende, necesita imperiosamente darle un significado, comprenderla. ¿Qué es lo primero que nosotros trataríamos de hacer si nos despertamos un día sumidos en un cataclismo inenarrable? Probablemente trataríamos de comprenderlo para así poder escapar de él y solucionarlo.
Sin embargo, a los locos los tildamos de enfermos e ignoramos sus urgentes exigencias de significado. No quieren oir una explicación biológica ni psicológica, quieren comprenderlo DESDE SU PUNTO DE VISTA, DESDE SU VIDA Y EXPERIENCIA.
Pero les ignoramos.

Su locura refleja la nuestra.