viernes, 25 de junio de 2010

A través del tiempo, vida tras vida

"Tú tiras de mí a través del tiempo"
(La fuente de la vida)

Ahora sé lo que siento y sé por qué lo siento.
Nuestro amor es una carrera contra el tiempo y, de alguna forma, presiento que viene de atrás. De otras épocas, de otras vidas.

Mil vidas que viviera, mil veces que te encontraría. Algunas sabiendo que te busco. Otras dándome cuenta de que te he buscado siempre justo al encontrarte.

En esta vida no nos separa el tiempo. Al que tú vuelves una y otra vez lamentándote de capas de años que quizá hayas vivido, pero que - esto es seguro - no sientes.
No. En esta vida no nos separa el tiempo sino su obra, sus consecuencias. Que no son otra cosa más que nuestra historia vital, lo que arrastramos. Lo que hemos decidido (y quizá por eso nos hemos visto obligados) a construir.

Y sin embargo, a pesar de los muros y los fosos, de los abismos y las tormentas, al final nos encontramos.
Al final nos descubrimos.
Es ahora cuando estamos inventándonos.
Es ahora cuando estamos naciendo.
Al final nos abrazamos.

Vida tras vida acortaré las capas de años que nos separan. Cada vez que nazca te robaré un año, un día, un segundo.
Da igual.
Naceré y moriré todas las veces que sea necesario, de todas las formas que sean precisas, hasta que logre sincronizar nuestros latidos en un alejamiento inexistente. Hasta que el tiempo que nos separa tenga la misma distancia que la de nuestros labios al besarse: ninguna.

Y cuando llegue tan ansiado momento, tú tendrás otro nombre y otro cuerpo, pero la misma mirada tierna que es incapaz de esconder el amor que necesitas derramar.
Y yo tendré otro nombre y otro cuerpo, pero te acariciaré de la misma forma en la que te vengo acariciando durante tantos siglos y tantas vidas. Porque siempre nos encontramos. Y siempre estaremos condenados a encadenarnos mutuamente. Siempre estaremos condenados a enamorarnos. Millones de veces nos hemos amado y siempre es la primera vez.
Tendremos otro nombre y otro cuerpo, pero nos re-cord-aremos. Siempre acabaremos volviendo el uno al corazón del otro.

El día que eso ocurra, y ten por cierto que ha de ocurrir, que es inevitable, el día que eso ocurra el mundo entero estallará de amor.
Hasta ese momento el mundo se tendrá que seguir conformando sólo con la esperanza.

lunes, 21 de junio de 2010

Let's talk, let's cry, let's shout.

Hablemos.
Hablemos de las decisiones que pican como arañas venenosas y que te van llenando de ponzoña.
Hablemos de los deseos irrealizables que retiemblan en el fondo de tu esófago. Las emociones que te despiertan te revientan contra el suelo.
Hablemos de las ganas de morir que tenemos los que ya estamos muertos pero condenados a sentir.
Hablemos. Hablemos y lloremos.

Lloremos.
Lloremos por el "sí" que aúlla tu cuerpo y el "no" que envuelve tus palabras. Por la afirmación que siempre me brinda tu desnudez en mi cama y por la negación que siempre cargarás a través de tu vida, de tu mundo. Me dirás que no tantas veces...
Lloremos por el tiempo que sólo pudimos medir en besos y no en minutos, en abrazos y no en horas. Tiempo eterno. Tiempo de carne.
Lloremos por sentir cómo se nos desgaja el cuerpo cada vez que nos unimos. Lloremos por tener que volver a recomponerlo siempre que nos separamos.
Lloremos. Lloremos y gritemos.

Gritemos.
Gritemos por el idealismo que sólo puede dar un amor como el nuestro. Opaco y puro. Desesperado y transparente. Incandescente.
Gritemos por los límites que nos imponemos para mantener en tu caso, una vida plena y repleta de alegría, en el mío, una vida marcada por la oscuridad de un lenguaje sin caricias.
Gritemos porque de alguna forma hay que soltar los millones de unicornios que nos clavan el uno en el otro. Porque tiene que salir por nuestras bocas un orgasmo de nostalgia o una agonía de pasión demasiado efímera para morir en ella.
Gritemos.

Y jamás se me ocurriría culparte.
Pero la frustración y la angustia existen. Poco a poco me van poseyendo y sé que tengo que culpar a alguien.
Pero jamás podré culparte.
Así que me culpo a mí mismo sabiendo que eso me llevará a cotas inexploradas de tristeza y amargura.
Sin embargo he de elegir entre deprimirme o enloquecer.
Quizá no deba precipitarme. Quizá la tristeza sólo prolongue el tono gris de esta separación.
Quizá NECESITE enloquecer.

Hablemos.
Lloremos.
Gritemos.

lunes, 7 de junio de 2010

De los cuerpos y la muerte

Voy a hablarte de la muerte. De la muerte y del sexo.

Me he dado cuenta de que, en realidad, soy un suicida.
Lo he visto en la manera que tengo de lanzarme a tus labios.
No te beso, sino que me tiro a ellos como de un acantilado. Y como en un acantilado al final me esperan la muerte y el agua.
Es cierto que trato de besarte con ternura, pero en el último momento siempre me abalanzo a tu boca desesperadamente. Y no te beso con mis labios, sino con todo mi ser.
Eres pura vida y el único regalo que se le puede hacer a la vida es otra vida.
Trato de darte la mía en cada beso.
Hablo de muerte y de suicidio porque en la fracción de segundo que nuestros labios se tocan, que siento tu aliento como una tormenta de emociones en mi rostro, que siento el calor de tu carne como el magma de un deseo, muero.
Quizá mi corazón siga latiendo (de hecho lo hace con más fuerza que nunca), quizá siga respirando (te respiro a ti), pero mi esencia, mi subjetividad se astillan entre tus labios y tu lengua.
He desaparecido en la humedad de agua que eres.
De agua es la saliva que me disuelve en ti.
De agua son las lágrimas que hierven mis ojos al separarme de ti.
Por lo visto, de agua es la muerte y el suicidio.
Y cómo me encanta morir frente a tus ojos. Cómo disfruto suicidándome una y otra vez contra tus labios.

Es esa muerte la que irremediablemente despierta mis ganas de vida.
Pero si te he besado, estoy muerto. Y un muerto no puede sentir la vida de forma idealizada y distanciada (como si aún viviera en ella). El muerto siente la vida en la biología. En la pulsión.
Es por eso que cuando me coses a la vida después de haberte besado, sólo puedo sentir un deseo brutalmente apasionado de tu alma y tu cuerpo. A esa sensación me han enseñado a ponerle el nombre de lujuria.
Pero es un millón de veces más intensa, un millón de veces más animal y un millón de veces más espiritual.
Te he dicho que estoy muerto. En el sexo busco, sin poder evitarlo, que me mates definitivamente (que muera mi cuerpo igual que mi conciencia). En el sexo busco, sin querer pretenderlo, que me vuelvas inmortal, que hagas que mi vida no se extinga nunca.
Porque tu cuerpo es mi muerte y mi vida.
Me atrae de una forma tan tremenda que comienzo a pensar si tu cuerpo no será mi propio sol.
Que desgarraría tu cuerpo a dentelladas de pasión, a sablazos de amor, para introducirme en él, para cambiarme por él.
Tan expuesto y tan secreto. Tu cuerpo es la incógnita de mi esencia.
Lo quiero tanto. Lo admiro tanto. Me vuelve tan loco ese lago de carne que es tu cuerpo que me arrodillaría frente a él para guardarle el debido respeto.
Tu cuerpo es el mapa de mis deseos.