miércoles, 13 de octubre de 2010

Temblores

Tiembla tu piel como el gorrión recién nacido en manos ajenas, ásperas, oscuras.
Tiembla tu voz como el redoble asincopado del tambor frente al pelotón de fusilamiento.
Tiembla tu pecho como tiembla la piedra pequeña antes de iniciar un alud gigantesco, un alud que lo enterrará todo, que lo aplastará todo.
Tiembla tu cuerpo en una agonía de miedo y culpa, de horror y muerte.

Tiemblas despacio pero interminablemente. Sin pausa ni hueco. Sacudida tras sacudida te conviertes en puro ritmo, adagio funesto que asesina la luz con llanto, la voz con un vendaval suspirado.

Y esos temblores retuercen tu cuerpo con tu alma en un nudo salvaje. Y aprieta el miedo. Y aprieta la culpa.
Y el nudo corta la carne a tajadas desesperadas. Sangre en los ojos, sangre en la boca. Tú condenada a sufrirla, yo condenado a saborearla.
Esto tendría que ser una cuerda que sostuviera, no un nudo que encarcelara.
Ya no son lágrimas, son rocas.
Ya no son manos, son zarzas.

La justicia, como todo lo que no existe, tiembla a carcajadas desde el infierno de la esperanza.
Porque el mundo puede desintegrarse con una palabra.

Y para mí quiero la sangre y el nudo, el miedo y la culpa, la voz que tiembla, la piel que tirita.
Y no puedo cogerlos. No puedo matarlos. Sólo puedo ver cómo te crecen en una impotencia desolada.
Desterrado de tu cuerpo soy lágrima sin ojo, estertor sin muerte.
Y no puedo dejar de sentirlo, no puedo dejar de verte.
Latigazos y cuchilladas de desdén y decepción. Culpando de algo que no se comprende.

Pero juntos una vez sobre la arena fundamos la luz de la aurora.
Juntos una vez sobre la tierra robamos la voz a las horas.
Juntos una vez bajo las velas soldamos mi fauna a tu flora.
Fundimos tu fauna a mi flora.

Así que unidos volamos.

Si sufres, sufro.
Si te estrellas, me estrello.
Si tiemblas, ten por seguro que tiemblo.

Y ahora tu estremecimiento es el mío. Tu terremoto es el epicentro del mío.

Así que temblamos como cachorros abandonados en la tormenta.
Como ancianos abandonados en la cuneta.
Temblamos como imagino que temblaron
los que alguna vez se amaron.

domingo, 10 de octubre de 2010

Sobre amor y decisiones

Ha caído el rayo plateado que bordeaba tu sonrisa.
Y ahora la capa ocre de la tristeza arropa la comisura de tus labios.

Y no hay rescate posible en la infinitud laberíntica de nuestro propio ser. Prisión de carne, prisión de sangre, prisión de ego.
Y decidimos. Y volvemos a decidir, pues en eso consiste vivir.
Y tratamos de buscar un motivo a nuestras decisiones, tratamos de darles un sentido y un orden, pues en eso consiste estar cuerdo.
Y llega un momento en que nos arrepentimos de lo hecho y de lo por hacer. Nos arrepentimos de las decisiones tomadas y de las que no tomamos. Y sin embargo, si hubiéramos decidido lo contrario también nos arrepentiríamos. Pues en eso consiste ser libre, en sentirse culpable.
E imaginamos consecuencias maravillosas y odiosas de las elecciones que nos quedan por tomar, pues en eso consiste soñar.
Y tratamos de posponer la decisión para saborear la promesa. Intentamos balancearnos en la lividez de una palabra futura para alcanzar la frontera de lo intangible, pues en eso consiste la esperanza.

Así que decidimos. Porque no podemos hacer otra cosa. Y en la tragedia reverberante del remordimiento lloramos.
Y todas las decisiones tienen que ver contigo mismo, que es lo mismo que decir que tienen que ver con los demás.
Por eso las aventuras de una pareja son inimaginables por lo variadas. Las andanzas de una relación de a dos siempre son un tajo en el alma.

No hay felicidad que no llore de tristeza. Ni tristeza que no sonría de alegría.
Por eso al bailar sobre tu cuerpo a medianoche era el más desgraciado y el más feliz de los hombres.
Por eso al bailar sobre tu cuerpo a medianoche bailaba sobre tu alma, danzaba sobre la mía.

Es una soledad culpable, pero una soledad viva.

Nunca estaremos completos, nunca estaremos repletos, llenos, plenos. Y quizá no sea porque tengamos una falla imposible de llenar. Quizá es que en realidad estamos completos, nacimos repletos y llenos, vivimos plenos; pero lo olvidamos.
Y necesitamos crear abismos de insondable negrura para sentir el latir pulsante de la vida y los deseos.

"Te amo" siempre corta.
"Te amo" siempre asusta.
"Te amo" siempre obliga.
"Te amo" siempre sueña.
"Te amo" siempre vive.