jueves, 8 de julio de 2010

La princesa y los cuatro elementos

Era una princesa y no lo sabía.

La corona hecha de espuma de mar se cenía a su frente de forma tan natural que nadie la notaba. Ella tampoco.
La princesa años atrás se sumergió en el mar por primera vez. Y el mar, inevitablemente, le entregó su corazón. Porque ella les dio el movimiento a las olas mientras nadaba, porque le dio la sal al agua mientras reía. Por eso el mar se enamoró de la princesa y le entregó su corazón. La espuma de las olas en una corona.
Pero la princesa no se dio cuenta de cómo el mar la besaba, de cómo el mar la llamaba, de cómo el mar la tocaba.

Era una princesa y no lo sabía.

El collar hecho de hierba se ajustaba a su cuello de forma tan natural que nadie lo notaba. Ella tampoco.
La princesa tiempo atrás se perdió en el bosque. Y el bosque, inevitablemente, le entregó su corazón. Porque ella le dio el color verde a las hojas mientras caminaba, porque le dio el sonido a la tierra mientras la acariciaba. Por eso el bosque se enamoró de la princesa y le entregó su corazón. La hierba de su esencia en un collar. Pero la princesa no se dio cuenta de cómo el bosque la besaba, de cómo el bosque la imploraba, de cómo el bosque la abrazaba.

Era una princesa y no lo sabía.

El anillo hecho de brisa se estrechaba tan suavemente contra su dedo que nadie lo notaba. Ella tampoco.
La princesa años atrás saltó hacia el cielo. Y el cielo, inevitablemente, le entregó su corazón. Porque ella le dio los huracanes mientras suspiraba, porque le dio las tormentas mientras sus manos hablaban con las nubes. Por eso el cielo se enamoró de la princesa y le entregó su corazón. La brisa de su ser en un anillo. Pero la princesa no se dio cuenta de cómo el cielo la besaba, de cómo el cielo la suplicaba, de cómo el cielo la rozaba.

Era una princesa y no lo sabía.

El vestido hecho de llamas se entallaba tan grácilmente en su cintura que nadie lo notaba. Ella tampoco.
La princesa tiempo atrás se inundó de sol. Y el sol, inevitablemente, le entregó su corazón. Porque ella le dio el calor mientras lo miraba, porque le dio la luz mientras sonreía. Por eso el sol se enamoró de la princesa y le entregó su corazón. El fuego de su alma en un vestido. Pero la princesa no se dio cuenta de cómo el sol la besaba, de cómo el sol la rogaba, de cómo el sol la acariciaba.

Siempre fuiste una princesa y no lo supiste.

Pero yo me di cuenta. Fue imposible no saberlo. Porque vi tu cuerpo en las olas cuando me sumergí en el mar, vi tus labios en el bosque cuando te busqué una flor, vi tus manos en el cielo cuando le pregunté tu nombre a la noche y vi tus ojos en el sol cuando le pedí al lenguaje más luz.

Siempre fuiste una princesa y no lo supiste.
Princesa del agua del mar.
De la tierra del bosque.
Del aire del cielo.
Del fuego del sol.
Princesa de la naturaleza y de la vida.

Siempre fuiste una princesa y no lo supiste.
¿Querrías convertirte en la reina de mi cuerpo,
en la reina de mi espíritu, en la reina de mi tiempo?

Siempre has sido una princesa
y hasta ahora no lo has sabido.