sábado, 1 de enero de 2011

Tiempo de más

A veces tengo la sensación cierta de estar viviendo un tiempo de más. Como si ya hubiera agotado el mío y estuviera apurando unos minutos que no me corresponden, unas horas que jamás se concibieron para mí.
Supongo que es una consecuencia (o quizá una causa) de la fascinación que ejerce la muerte sobre mi cuerpo, de la intensidad que ejerce la muerte sobre mi espíritu.
Podría decir que la sensación de estar vivo con un tiempo ajeno es la antesala del suicidio.
Podría utilizarlo como argumento que justificara el miedo brutal a envejecer, el miedo brutal a perder lo que considero mío pero que, en realidad, jamás me ha pertenecido.
Sí, quizá todo venga de ahí.
De la sensación infantil y poderosa de no querer perder a mis padres.
Del miedo intenso a verme en decadencia, tanto corporal como intelectual.
Del temor despiadado a acumular años en soledad.
De la angustia helada que aparecería si me encarara contra mis ojos.
Así que ese tiempo de más me dice que ya estoy muerto, pero que, por algún azar misterioso, mi cuerpo aún siente dolor, mi mente aún forja palabras. Sin embargo, no sé cuánto durará.
Tal vez sea una señal para poner fin a mi vida. Morir como creo que he vivido. A contracorriente, desollando mi piel con tal de ver lo que había dentro. Un suicidio filosófico. Un suicidio metafóricamente real.

Y todo tiene dos filos.

Puede que la sensación de estar viviendo un tiempo de más sea el resto de una identidad que ha mudado.
Quizá estoy viviendo el tiempo de otro porque yo soy otro.
Quizá me maté y no lo recuerdo. En tal caso estaríamos hablando de un suicidio realmente metafórico.
¿Soy el mismo en otro? ¿Soy otro en el mismo?
Carece de importancia. Lo real, lo cierto, es que estoy muerto. Es la única certeza compartida por cada ser que una vez respiró aire, por cada ser que una vez abrió los ojos y vio luz.
Puede que sienta esa sensación porque trato, con una nostalgia rayana en el desvarío, de conservar lo que fui en lo que seré. Así mi yo presente queda mortificado en una vida muerta. Por eso busca una muerte viva.
Soy otro.
Pero siempre he sido otro.
Mi esencia queda petrificada en unas palabras que yo pronuncié pero que dijo otro.

Estoy viviendo un tiempo de más.
Sin posibilidad de desandar hacia atrás.
Vivo de más.
Quizá porque he muerto de menos.