martes, 26 de julio de 2011

De pensamiento y cuestionamiento

En multitud de ámbitos cerrados cuestionamiento es sinónimo de ataque. Qué gran tristeza.
Ambitos como la Universidad, ciertos sectores del sistema sanitario, partidos políticos, equipos de fútbol, religiones...
Pero, ¿qué significa cuestionar? Cuestionar es, como su raíz indica, preguntar. Pero no cualquier pregunta, sino la fundamental: "¿Por qué?"
Y de esa pregunta surge el temor, y del temor, el ataque.
"¿Por qué?" estremece. Por eso el ejercicio del poder odia su cuestionamiento.
Esa pregunta tiene varias implicaciones.
En primer lugar, es la pregunta de la duda. Y la duda, inevitablemente, remite al sujeto, a la persona. "¿Por qué?" es la pregunta humana por excelencia. Es la primera que aparece cuando aparece la conciencia de sí. Es la pregunta que tras miles de años de evolución sigue sin poder ser respondida. Por tanto, esa pregunta parte de un sujeto a otro sujeto. Es la pregunta del reconocimiento, donde una persona pregunta a otra persona o a sí misma; pero no pregunta cualquier cosa, pregunta por su esencia. Y desde Lacan sabemos que no hay sujeto sin otro. Por tanto, al preguntar por su esencia, pregunta por la esencia del otro.
Lo que nos lleva a la segunda implicación. "¿Por qué?" exige una argumentación. Exige que para aceptar cualquier premisa, moción o conducta, la persona o institución a la que se dirige esa pregunta debe persuadir al interrogador mediante razones intelectuales y, sobre todo, éticas. Debe justificar su acción ante los ojos de un sujeto que piensa, siente y juzga de forma libre e independiente. Por eso "¿Por qué?" es la pregunta del reconocimiento, ya que en la argumentación ética por excelencia se reconocen y respetan los valores del otro.
Por tanto, el cuestionamiento implica duda, esencia subjetiva y argumentación ética.
Si es tan bonito y tan ideal, ¿por qué en muchos ámbitos el cuestionamiento se percibe como un ataque?
Voy a hablar en los poquitos términos lacanianos que comprendo y que me sirven para entender esto.
Lo que implica el cuestionamiento, lo bonito y lo ideal, está situado en el orden simbólico. Es decir, donde se encuentra el ser del sujeto determinado por el otro, donde descansa toda ética que respeta y reconoce a cada persona en lo que es y siente.
Sin embargo, creo entender que el poder se suele situar en el orden imaginario. El orden imaginario es donde se situa el "yo", entendido como imagen de completud ficticia de uno mismo (pues siempre somos y seremos falta en ser). La defensa del yo siempre va a ser para que esa imagen de unidad ficticia se mantenga a toda costa, puesto que su derrumbe provocaría hallar la verdad más subjetiva de cada uno. Verdad que está determinada por otro, y, por tanto, implicaría luchar por la libertad ante decisiones determinadas de antemano. Y no hay lucha más dura que la que se mantiene contra uno mismo.
El mayor engaño del "yo" consiste en que la persona cree que su ser, su esencia, su identidad subjetiva y absoluta reside en esa imagen, cuando en realidad está situada más allá (Lacan hablará de inconsciente). Por tanto, el orden imaginario engaña equiparando sujeto (simbólico) con "yo" (imaginario). Todos los mecanismos de defensa (y ataque) irán encaminados a mantener esa ficción por encima de todo.
El cuestionamiento simbólico habría de empezar por uno mismo. Es otra forma de decir que antes de criticar, uno debe hacer auto-crítica.
Pero, por desgracia, la inmensa mayoría de las personas no hacemos ese ejercicio, lo que conlleva que sigamos creyendo que nuestro ser es nuestra imagen y la defendamos con uñas y dientes.
El poder tiene la virtud de situarse en lo imaginario al emplear estrategias que mantengan el engaño. De tal forma, que sus valores pueden formar la imagen de la persona, ésta puede identificarse con ellos y creer que su ser son esos valores que hace suyos.
De tal forma, que cuando un sujeto pregunta "¿Por qué?", se ponen en juego todas las defensas. No en vano, la mejor defensa es un buen ataque.
De ahí que el poder elimine para sí mismo cualquier atisbo de argumentación o duda. El existe porque él es la verdad más cierta, y la certeza no se cuestiona. Pero, en este ámbito, la certeza es sólo una imagen. Precisamente por eso el cuestionamiento destrona muchas veces al poder. Al romper su imagen, rompe su fuerza. Pero eso no es nada fácil.
Por otro lado, la situarse del lado de lo imaginario, el poder perpetúa la dialéctica del amo y del esclavo. Por eso el poder no reconoce seres, ni sujetos, ni personas. Sólo reconoce cuerpos, sólo reconoce "animales". Por tanto, al preguntar "¿Por qué?" el poder ataca. Ya que si entrara a reconocer al otro, perdería sus fuentes de imposición y de poder. El poder perdería el poder.
Para otro día dejaré la crítica al vergonzoso esfuerzo del sistema educativo por no enseñar a cuestionar, sino sólo a aceptar. Forma de control ya enunciada por Foucault.