lunes, 15 de junio de 2015

A modo de ejercicio

I

Al lado del camino me mantengo erguido
como un monumento al desafío.
Podría observar la gaviota engarzada en la luz
o el asfalto líquido que envuelve el color
y sin embargo sólo soy el acorde de un tambor.

II

Sólo busco lo que ya he encontrado
y en esa ignorancia entierro una parte del tiempo.
Tambalearse simplemente es bailar sin saber.
Zozobra la realidad a mi lado y sostenerla
es demasiado...
breve.

III

Creen los hombres que los ojos son dueños de la mirada.
No basta sentirse para saberse, no basta romperse para tocarse.
Y esos ojos ¿qué sujetan sino el peso de la culpa?
No basta limpiarse para sanar, no basta gritar para empezarse.
Quién te dice que lo que miras no es lo que odias de ti
salvo tu propia obstinación en la ceguera.
No basta actuar para pensarse como no basta la palabra para la poesía.
La única parte que los hombres dominan de su mirada
es sólo el movimiento del parpadeo.

IV

Cómo corrí aquel año, igual que si hubiera perdido la piel.
Sólo quería dejarlas atrás, que no volvieran con su veneno,
que no regresaran con sus posibilidades.
Huí de ellas como un ciervo huye del fuego.
Me habían abierto el mundo y el mundo era de abismos,
me habían descubierto la vida y la vida era de sonidos.
Así que escapé para cortar el viento con el cuerpo
y al llegar me estaban esperando.
No podía huir de mis propias palabras.

V

Trato de encogerme para caber en un aliento
 y expandirme como la música sobre el pecho.
Desplegarme siempre me ha exigido sinceridad
pero esta vez quiero una mentira atravesada
a lo largo de lo que digo para que marque eso que deseo.
Es fácil ser, pues sólo hay que imitar lo que se admira.
Lo difícil es inventar, ya que no ha ocurrido aún.
Es fácil crear, pues sólo hay que sacar algo de la nada.
Lo difícil es sacar nada de la nada y hacerlo pasar por algo.
Creo que hay algo de eso en el amor.

VI

Vestirse de heridas es obligado
en las bodas de la razón y el saber,
especialmente si uno se ha nombrado sacerdote.
No hay poder peor fundamentado
ni argumento peor sostenido
que el que se evoca apelando
a la justicia, a la verdad o al bien.
Siendo víctima del resto
sólo se acaba como verdugo de uno mismo.