En la fugacidad eterna
que siempre habita en lo imposible
de pensar, que siempre recorre
lo imposible de desnudar
lo intangible,
llora el deseo que se abraza
a la muerte
muy muy fuerte
para no extinguirse cayendo en
lo visible.
¡Qué extraño! sigo teniendo frío
a pesar de la hoguera donde
se queman mi rabia, mi miedo
y mi odio.
Ahora lo comprendo. Porque con
ellos también están ardiendo
mis sueños.
Por eso el deseo se abraza
a la muerte
muy muy fuerte.
Para no tener que matar la
esperanza.
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