Infinito es el aura tenue
del cristal que se piensa esquirlas,
de la llama que será incendio,
del dolor anunciando su eco.
Infinito el temblor sincrónico
que nos quema a la vez por dentro.
Infinito el instante que ata
sin nosotros querer saberlo.
Inmortales heridas líquidas
del cariño apagado y yerto,
del crujido inicial del odio,
de la piel que recuerda el hielo.
Inmortal la utopía ardiente
que sangrando en el pecho llevo.
Inmortal el audaz intento
de querernos romper de nuevo.
Imborrable es la densa huella
del amor inventando el cuerpo,
de la pena que olvida su hambre,
de la brasa grabando su hueco.
Imborrable el poema trágico
que nos lanza a los dos al fuego.
Imborrables cenizas grises
que nos vuelven a unir de nuevo.
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