miércoles, 30 de mayo de 2018

El paso leve de la memoria

I

Los dragones volaban alto y sus alas
parecían el telar de las estrellas.
Los bosques hablaban y las olas
eran el corazón de los piratas.
La arena cantaba la elegía del sol
y el papel era la voz de las hazañas.
A veces me recuerdo allí,
donde lo desconocido no era todavía
uno de los nombres de la muerte.
Allí, pequeño y abierto como alma de cachorro.
Cada vez más me recuerdo allí,
cuando todo era nuevo porque yo también lo era
y el paso del tiempo no lo marcaban los días
sino las historias, los cuentos y las fábulas.
Siendo un niño me estaban escribiendo.
Me pregunto si aún existen en algún lugar de mí
las palabras que hicieron que la vida fuera
una aventura y no sólo una condena.

II

No tengo claro si amo porque recuerdo
o recuerdo porque amo.
Amor y memoria. De eso están hechas
las esperanzas, las decisiones y las caídas.
También los duelos y las oraciones.
Todo lo importante en realidad.
Si pierdo el amor, pierdo los colores.
Si pierdo la memoria, pierdo los lugares.
Creo que si perdiera los dos,
me perdería en acantilados de algodón.
Tan suave y brutal es la inexistencia.

III

Mi madre escuchaba sevillanas en una ciudad
de Madrid porque añoraba el sol de Andalucía.
Mi padre leía La Isla del Tesoro porque aún
se veía navegando en el universo del mar.
Estaban viviendo donde estaba el futuro
no donde habitaban sus corazones.
Yo les miraba recordar perdidos
y no comprendía nada.
No comprendía su amor,
porque no entendía
que dos personas
se aman más
fuerte si
ambas
están
perdidas.