miércoles, 21 de mayo de 2008

La rabia del desesperado

Por tu cabeza pasan todas las muertes que has sufrido en esta vida.
Todas las muertes ajenas (las violentas, las naturales, todas inesperadas) y todas las muertes propias (los suicidios, los asesinatos, todas premeditadas).
Por tu sangre fluyen los restos de todos tus fracasos, de todas las situaciones en las que te has encontrado fuera de lugar.
En tu boca vive el regusto de todos tus miedos y de toda tu desesperanza.
Eres un laberinto sin salida, un ocaso de decepciones, un mero boceto de lo que quisiste ser.
Al final te das cuenta de que siempre estuviste solo, de que jamás te lograste vencer a ti mismo aunque lo intentases a menudo con todas tus fuerzas.
Al final sigues siendo un niño pequeño suplicando por una protección que nunca existió.
Incomprendido, loco, descerebrado, inmaduro, mortal, todo eso eres.

Tienes miedo, como siempre, y eso dejó de tener sentido cuando abriste los ojos.
¿Cuándo todo empezó a carecer de sentido? ¿Cuándo abriste los ojos?
Deseaste y lo conseguiste, volviste a desear y volviste a conseguir. A tu alrededor te consideraron afortunado, pero tú sabías que no merecía la pena, que por dentro no estabas más que podrido.
Porque deseabas cosas, metas, reconocimiento, y jamás te deseaste a ti mismo.
Fallaste, como todos, como nadie.
No eres digno de compasión y, probablemente, no la pidas. No eres digno del amor, porque eso es para los estables, los idealistas y los que están cuerdos.
Tú sólo eres digno de la soledad, de la impotencia, del rechazo, de los gritos y las lágrimas, de lo opuesto.

Tranquilo, no eres más que un vagabundo abandonado. Yo te comprendo, porque estoy viviendo tu vida, porque repito tus actos, tus sentimientos y expreso tus emociones.
Nos hemos desterrado nosotros mismos y le echamos la culpa al sistema o a la sociedad o a los demás, sin embargo el fallo estuvo siempre dentro de nosotros, que no somos más que una enfermedad autoinmune que no ataca nuestro cuerpo, sino nuestra mente.

Si hemos rechazado todo tipo de redención, ¿somos los únicos a los que jamás se les concederá ningún tipo de perdón?
¿Lo hicimos nosotros, por nuestra culpa?
¿O símplemente era inevitable?

Quizá no importe, porque el alambre de espino del dolor está grabado en mi alma y creo que sólo sé hacer bien una cosa en la vida: sufrir.

La música manda:

Sinfonía nº 5 (Mahler)
Objects in the rare view mirror may appear closer than they are (Meat Loaf)
Wish You Were Here (Pink Floyd)

Más libros, más libres

Los Hermanos Karamazov (Fiodor Dostoievski)

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