lunes, 8 de octubre de 2012

Cuando te rompes y tu lenguaje se quiebra contigo

Cuando te rompes, tu lenguaje se quiebra contigo.
En esos momentos de angustia animal donde los colores se hacen añicos en lo profundo de las cuencas oculares, el aire se solidifica en tus pulmones y casi es como respirar roca.
Entonces las palabras desaparecen. No deja de ser curioso como tus pensamientos se abrazan a las emociones y sin embargo no hay palabras.
Lo único que sale de la boca es un aullido pretérito por lo ancestral y arcaico.

Cuando te rompes y tu lenguaje se quiebra contigo el único sonido que podemos pronunciar es el desesperado llanto del bebé.
Un sonido estridente y afilado que arrastra fuera de uno los restos de entrañas que ha cortado en su camino al exterior.
 Es una vocal infinita. Infinita y empapada de sal.
Ese sonido que movería a la más profunda compasión o lástima si alguien pudiera oirlo sacude el cuerpo en espasmos.
Como si uno estuviera vomitando la esencia de su palabra más íntima. Esa palabra que permanece soldada al cuerpo y por tanto arrancarla significara desollarse vivo.
El cuerpo convulsiona, las manos se abren y cierran frenéticas en un intento de poner palabras con los dedos a una boca que sólo está abierta a las vocales.

Cuando te rompes y tu lenguaje se quiebra contigo sabes lo que es la muerte.
Es ese vacío inmenso entre tu labio superior y el inferior. El vacío por donde se escapan tanto tu culpa como tu dignidad. De los ojos y la nariz salen ríos de agua y sin embargo no deja de ser curiosa la sequedad de la lengua.
La boca abierta y la muerte en medio.
Pueden ser dos minutos o tres horas pero en ese lapso temporal de quebrantamiento subjetivo uno sólo es cuerpo. Y eso destroza.

Cuando te rompes y tu lenguaje se quiebra contigo eres entonces un niño reducido a un cuerpo, un cuerpo reducido a un agujero abierto por donde se escapa todo, un agujero reducido a una vocal.
No hay frases.
Ni palabras.
Ni sílabas.
Sólo el ululante latigazo de una lágrima habitando la garganta.
Sólo el aullante mordisco de un sonido vaciando las entrañas.

Sólo el testamento de un bebé.

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