sábado, 15 de marzo de 2008

Ligero sabor a sonrisa

A lo largo de estos meses me he dedicado a destapar lo horrible de nuestra sociedad y lo despiadado que hay en cada uno de nosotros, pero en esta vida tan breve también hay tiempo para pequeñas gotas de optimismo y alegría.
Este post trata sobre las pequeñas cosas grandes que me hacen sentir bien, porque incluso la infelicidad y la amargura sonríen de tarde en tarde:

Cerrar los ojos y fundir mis sentidos con una de las mil canciones y obras musicales que conozco, lograr durante un segundo ser uno con las notas y con la voz y con los instrumentos, es casi como si te atravesarán el corazón con el abrazo más potente y dulce que existe.

Los labios de la persona que amas rozando los tuyos y presionándolos suave y sinceramente. Su aliento arropando el tuyo como si fuera el comienzo del mundo, justo esa milésima de segundo que antecede a la inevitable lujuria. Esos besos son los que nos hacen aún más humanos, en esos besos nos encontramos a nosotros mismos en otra persona y, como todo lo bueno, son demasiado escasos.

Aprender algo que no sabías y que cambia algo dentro de ti. Conocer una idea que de repente relaciona otras ideas dispersas en tu mente y construyen un cuadro muy hermoso porque dotan de sentido al mundo o a ti mismo, cómo podías no haberlo visto antes si parece que lleva ahí desde siempre. Y te vas completando y evolucionando y creando como una espiral gigantesca de sentimientos y conceptos que siempre va a más.

La sensación de calor del sol en una mitad de tu cuerpo y la de frío en la otra. Pequeña ambivalencia que se encuentra en el centro de tu pecho haciéndote sentir parte minúscula de un planeta inmenso y a la vez perdido en al amplitud del universo.

El grito de furia, rabia o placer explosivo que te hace sentir tan vivo como fuerte es su sonido. Esos gritos que definen nuestra esencia primordial y que duran mil años en cinco segundos, que te liberan de cadenas materiales y espirituales, que expresan deseos y frustraciones a la vez, que expulsan nuestra alma fuera para vaciarla y llenarla de nuevo con una independencia interminable.

Podría seguir así bastante tiempo, pero creo que me estoy volviendo cursi y redicho y no lo soporto. En realidad cualquier idea, objeto o persona capaz de despertar nuestros sentidos aletargados proporciona las pequeñas maravillas que nos provocan sonrisas, importancia a nuestros ojos, placer y éxtasis.
Yo tengo las mías y cada uno las suyas.
Conozco gente a la que le gusta decir que la felicidad es un camino no una meta. Yo prefiero expresarlo diciendo que la vida no tiene sentido, sino que hay que dárselo y son las cosas que acabo de decir junto con las que me guardo (buenas y malas) las que le dan el sentido a mi vida y, por extensión, a mí mismo.

La música manda:

Beautiful Day (U2)
The Swans (Väinö Raitio)
Outcast (Mike Oldfield)

Más libros, más libres:

El Ultimo Deseo (Andrzej Sapkowski)

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