sábado, 15 de marzo de 2008

Vida ¿a cualquier precio?

Alzad vuestra mirada en derredor, veréis que hay muchísimos ancianos, muchísimas viejecitas adorables.
Este país se vuelve viejo. Si no fuera por la inmigración, esta nación pronto dejaría de estar habitada.
Sería fácil entrar en un discurso eugenésico afirmando que los abuelos son una carga pesada para el estado, que no tienen utilidad en nuestra sociedad, que muchos de los recursos que se destinan a ellos se traducen en menos becas, menos subvenciones y menos viviendas de protección oficial para jóvenes; pero no es esa mi intención.
Detesto lo que hicieron los nazis eliminando a los elementos inútiles para su sociedad y antes que los nazis, los estadounidenses y antes, los griegos. Ningun grupo humano puede ser capaz JAMAS de decidir el destino de un individuo y mucho menos su muerte.

Lo que intento hacer ver es el camino que nos ha llevado aquí y sus consecuencias.
Hoy tenemos la mayor esperanza de vida de la historia del hombre, eso es indiscutible, pero ¿con qué calidad?
La medicina está lejos de proporcionarnos la inmortalidad (gracias sean dadas a los cielos), sólo ha avanzado en alargar la vida de forma automática y denigrante, con miles de pastillas y revisiones, ignorando los deseos del paciente y su calidad de vida.
Tenemos que vivir cueste lo que cueste, aunque estemos aislados y solos en nuestros pisos minúsculos con nuestras pensiones irrisorias, aunque suframos una enfermedad degenerativa que al final nos matará y que lo que hace es quitarnos lentamente la alegría y la ilusión, aunque nos achaquen miles de dolores y no disfrutemos del sol, aunque seamos una condena para nuestros hijos porque ya no les reconocemos, aunque nos meemos y nos caguemos encima.
¿Por qué?
Por miedo a la muerte sobre todo, por educación moral y religiosa casi siempre.
Lo desconocido aterra y ni siquiera la ferrea fe en cualquier dios elimina eso. Tenemos miedo a desprendernos de la vida por puro instinto, por la necesidad de autoconservación, incluso a pesar de que lo que vivamos sólo sea un espejismo de existencia. Afortunadamente a lo largo de los milenios hemos desarrollado un cerebro espectacular que nos permite evaluar las cosas desde una perspectiva muy avanzada y podemos tomar decisiones basadas en la mayor ventaja para nosotros. Hay formas de morir indoloras.
Entonces ¿por qué persistimos en vivir cuando tenemos la vida resuelta con 88 años, artrosis galopante, cáncer de colon y fase 2 de alzheimer?

El cristianismo y la mayoría de las religiones condenan el suicidio. A los suicidas sólo les esperan torturas horribes, infiernos inenarrables. Quizá habría que analizar esto desde una perspectiva antropológica e histórica y ver cuál era la esperanza humana de vida en los albores de estas religiones, quizá al hombre se le necesitaba vivo para poder perpetuar la especie, quizá la tierra no estaba tan jodidamente superpoblada y carente de recursos como está ahora.
Sea como sea, hemos heredado esto y nuestro aprendizaje moral condena quitarnos la vida, aunque, dependiendo de la perspectiva, sea el acto más heroico que pueda hacer una persona a lo largo de su ciclo vital. (Vease historia de Roma)
Si vivimos en una sociedad tecnológica y económicamente avanzada, si además la muerte nos aterra y encima nos han educado en la condena del suicidio, tenemos el resultado actual.
Hay muchos ancianos repletos de vida que quieren y necesitan vivirla, adelante, posibilitémosela.
No obstante, también hay ancianos vacíos, muertos ya en vida, atrapados en enfermedades y barreras sociales que no soportan y, si no somos capaces de reeducarles ni de proporcionarles los recursos económicos, sanitarios y sociales necesarios, por el amor de Dios, dejémosles al menos elegir la forma en la que quieren morir.

Sé que es muy fácil hablar de esto cuando se está lejos de esa edad y de esas circunstancias. Puede que yo me comporte de forma contraria a como estoy aconsejando. Tal vez sea el más cobarde de todos y alargue mi vida hasta que el corazón me reviente, pero mi deseo sería tener la fortaleza suficiente para cuando llegue a ese momento, poder evaluar conscientemente mis posiblidades y tomar la decisión de experimentar todo lo que me he autoprohibido por miedo a sus consecuencias (todo tipo de drogas, hacer puenting, hasta decir lo que pienso sin ningún tacto).
Todo eso sólo puede decirlo el tiempo que ya sabe la respuesta.

La música manda:

En Saga (Sibelius)
Dude looks like a lady (Aerosmith)
Spooks in the attic (Edguy)

Más libros, más libres:

El Pirata Garrapata (Juan Muñoz Martín)

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