jueves, 10 de abril de 2008

Otro imbécil más

Marchitó sus sentimientos reventando contra la pared de la negación.
No quedó de él nada más que el loco alarido que siguió a su desaparición y tampoco lo lamentó nadie en exceso.
Era un imbécil más entre mil millones de imbéciles. No era especial, no era superior, era un idiota más; quizá un poco más idealista y desde luego bastante más impulsivo, pero no bastaba para dejar de ser un imbécil más.
Le quemaban lo que el percibía como sus fracasos igual que agua hirviendo sobre una herida recién abierta, no cesaba de sangrar por ellas, contínuamente se iba vaciando de esperanza y de sonrisas.
- ¿Por qué? - le preguntaba al aire
Sólo el ruido de la ciudad le respondía, puede que fuera mejor respuesta de lo que él se esperaba.
Quiso diluirse en una partitura de un requiem para cellos y sólo pudo dar un par de brazadas antes de que el mundo real le arrancara también la tranquilidad del suicidio.
No podía entender cómo coño había llegado a estar condenado a vivir. Todos los días se enfrentaba a él mismo una y mil veces, todos los días regaba su alma con torbellinos de sueños desgajados.
-Basta, basta, basta, basta, basta, basta. - Suplicó el idiota.
-Nunca. - Le respondió el mundo.
-JAMAS. - Le gritó vida.
Su cuerpo no pudo hacer otra cosa más que llorar, llorar y llorar.
Pobre imbécil.

No hay comentarios: