viernes, 17 de octubre de 2008

Pensamientos V

Creo que al final no somos más que niños malcriados suplicando atención, objetos banales o contacto físico.
Nuestra tolerancia a la frustración desciende a medida que vamos madurando.
Cuando la realidad social nos arrebata hasta lo más íntimo de nuestro ser.

Te miras al espejo y te das asco. Te odias cada segundo de tu vida. ¿Por qué? y no quieres saber la respuesta. Demasiado caliente, demasiado cierta.
Vomitarías todos los recuerdos, violarías todos los sueños sólo para negarte a ti mismo.
Has deshollado todas tus capas y en el núcleo sólo hay vacío. Vamos, niégalo.
Ignorar el sufrimiento no hace que deje de existir, eso ya lo sabías, así que te nutres de él para enterrarte a ti mismo.

Tienes, quieres. Te arrebatan, te suicidas.

Malhallada rabia que te hace consciente. Malnacido rencor que te obliga a amar. Maldita fachada que te exige aparentar.
Implosionas en un acorde mayor y renaces en menor. Y te detestas y te arrancas el alma a hachazos de sarcasmo y no te encuentras y lloras escupiendo saliva por los ojos y suplicas ante un ídolo disfrazado de Armani y te revientas la cabeza contra el suelo, una vez y otra y otra, hasta que solo queda una pulpa sanguinolenta donde agonizan tus pensamientos mientras los estertores de las emociones se acoplan a tu indiferencia.
Y desapareces.
Y...
Y no ha cambiado nada.

No hay comentarios: