sábado, 15 de agosto de 2009

¿Totalicracia o demolitarismo?

La inmensa mayoría de los nacidos en regímenes democráticos repudiamos la dictadura, escupimos en esa carnalidad fascista de uniformes, desfiles y armas.
La totalidad del hemisferio occidental gritamos orgullosos con el pecho henchido las virtudes y ventajas del "gobierno del pueblo".

A veces llegan a nuestros anodinos televisores imágenes del funcionamiento dictatorial (China, Países Arabes, algunos Latinoamericanos...) Y piensamos cosas como "qué horror", "a ver cuándo espabilarán", "menos mal que nosotros logramos salir de eso"...

¡Ay, amigo! Pero el núcleo es bastante más complejo que afirmar que la dictadura es mala y la democracia buena.
Los términos que conllevan juicios morales positivos o negativos surgen por comparación y referencia.
La democracia es buena comparándola con la dictadura y en referencia a una serie de valores morales y sociales que el grupo en el poder democrático concibe como positiva.
La dictadura es mala comparándola con la democracia y en referencia a una serie de valores morales y sociales que el grupo en oposición de la dictadura considera como negativa.
Este razonamiento, obviamente, también puede hacerse a la inversa y quedaría moralmente justificada la bondad de la dictadura respecto a la maldad de la democracia.

Sin embargo, no interesa aquí qué sistema político o de gobierno es mejor o peor y por qué. Lo que interesa es algo diferente. El razonamiento anterior es un ejemplo de cómo se solapan ambas formas de poder, aparentemente opuestas.

Mucha gente puede estar de acuerdo en la afirmación de que la dictadura es una forma de democracia.
Hay muchísimos ejemplos. En España con el régimen franquista se celebraban elecciones, al igual que con Pinochet en Chile y otros dictadores en otros países. Hitler consiguió su mayoría absoluta democráticamente.
Algún purista podrá criticar esto afirmando que la democracia se diferencia de la dictadura en la idea de tener elecciones libres con sufragio universal. Rebatiré esta idea más adelante.
A efectos prácticos, la dictadura es una forma de democracia. Una forma viciada y enquistada, pero una expresión de la democracia en su máximo extremo.

Bien. Quizá entonces se podría afirmar que si la dictadura es una forma de democracia, la democracia es una forma de dictadura.
Una forma más sutil y evolucionada, pero que fomenta exactamente lo mismo que una dictadura.
Para mostrar el continuum bidireccional entre democracia-dictadura mostraré un ejemplo a mi juicio clarificador. El gobernante actual de Venezuela Hugo. Ch.
Este hombre, que accedió democráticamente al poder, va camino de una dictadura al tratar en numerosas ocasiones de convocar elecciones "libres" para conseguir el puesto vitalicio de gobernante de su nación.
En el camino opuesto tenemos nuestro propio gobierno. En los años 70 la figura del Rey, elegido por Franco como institución que continuaría su régimen. Desde una dictadura se llegó a una democracia (sin excesivo derramamiento de sangre).

La democracia alienta los valores dictatoriales: Permanencia en el poder a toda costa, nepotismo, mantenimiento de riqueza y pobreza en la misma proporción y en el mismo status, censura, uso del poder político para desequilibrar la balanza de la justicia... De hecho es lo que se denomina Dictadura Constitucional, pero aún más sutil.
En la democracia no hay elecciones libres con sufragio universal. Por ejemplo, en el modelo que hemos seguido, el estadounidense, no todo el mundo puede votar.
Además, ¿qué entendemos por libertad? ¿Elegir a uno de los dos partidos mayoritarios que en el sistema bipartidista financian sus campañas propagandísticas con fondos públicos? En la dictadura puedes elegir entre votar o morir. En la democracia puedes elegir entre votar y que tu voz no se oiga o no votar y que tu voz no se oiga.
¿Dónde está representada la minoría? Simbólicamente, si se logra un escaño, sólo servirá de títere y de apoyo en elecciones políticas que no suelen beneficiar a la inmensa mayoría de la población.

La democracia, como buen sistema burocrático, se retroalimenta a sí mismo, se autorregula y censura posturas de desequilibrio que puedan poner en peligro a sus dirigentes o su estructura.

A los democráticos les invade un latigazo incontrolable de lujuria cuando alguien cita la "libertad de expresión" tan propia de su regimen. Y sin embargo, si el discurso que uno expresa no está en consonancia con los valores del momento y la opinión de la mayoría, acaba culturalmente desterrado y socialmente devastado. Como en la dictadura, pero peor porque no muere, sino que muere condenado a seguir viviendo, aislado, ridiculizado.

Hemos logrado parir un sistema político maravilloso. Dicho sistema es capaz de pintar la utopía, de vender valores sólidos y apetecibles, de aparentar encarnar la verdadera, la auténtica libertad. Y al lograr vendernos eso, que nos utilicen, nos denigren, nos ninguneen, nos ignoren (como en las dictaduras), nos da igual, porque no lo notamos, porque han logrado construir un auténtico Matrix en nuestra realidad.
Además, en el fondo, sabemos que desconectarse y ver lo que esconde esa aparente dulzura es muy doloroso.

Somos hipócritas, como el sistema.

¿Democracia o totalitarismo?

Pero si es lo mismo, ¿no? No. En la democracia las consecuencias y el funcionamiento están tapados y ocultos, por eso es más peligrosa.

No hay comentarios: