domingo, 9 de agosto de 2009

Entre los mitos de la familia

Y me entra una incomprensible melancolía.
Un espectro del recuerdo de épocas pasadas, que no viví, pero que parecían más sencillas, quizá precisamente porque no las viví.
Me da la impresión de que esas épocas parecen más reales.
Creo que porque no había tanta electrónica para captarlas. No había teléfonos móviles, ni videocámaras, ni internet. Las fotos eran en blanco y negro y los libros tenían ese encanto especial de las antiguas imprentas.
Pienso que eran más reales porque sólo se veían con los ojos de quien las vivía.

Ahora la realidad es un monstruo de mil ojos, cada uno viendo algo diferente de la misma nada.

Y allá a lo lejos, en la periferia de mi memoria, veo la habitación de esa casa de pueblo, antigua, misteriosa. Con todo por descubrir. Repleta de garrafas de aceite para hacer jabón, de libros antiguos ya desencuadernados, de baules de ropa para trabajar en el campo.
Y veo a mi abuela respondiendo que la guerra fue muy mala a la pregunta curiosa de un crío inconsciente. Me veo acompañándola al corral y veo los conejos, los perros, las gallinas y los pavos. La vida y la muerte, la jaula y el mar.

Me veo envuelto en las brumas de una infancia no saboreada.
Me veo surgiendo de orígenes sencillos. Campesino en el alma, obrero en los hechos. ¿Cómo no me va a gustar el rojo cuando he nacido de la sangre y me he definido en un atardecer que ahora empieza a amanecer?

Pero están los mitos familiares. Las figuras ensalzadas como los cristos de cada casa. Idealizados y, precisamente por eso, mutilantes y condenatorios, porque el amor real muerde besando y acaricia apuñalando.
En esos mitos se engloban lo que uno DEBERÍA pensar y sentir, lo que uno TENDRÍA que hacer, como uno HABRÍA de ser.
Pero son inalcanzables.
Porque sólo son ideas.
La persona que las representaba murió (real o simbólicamente) tiempo atrás.

Soy mitad campo, mitad mar. Cargando las cruces de mis mitos, huí, como la inmensa mayoría.

Entre la austeridad y la apariencia, el trabajo y el honor, la tenacidad y el riesgo, la lealtad y la discreción, trato de sobrevivir.
Trato de reconocerme entre esos mitos y mi lujuria, mi pasión, mi inconformismo, mis miedos.

Todo mi ser es un síntoma que carga con todos los DEBERÍA de mi familia, y a la vez intenta expresar lo que REALMENTE contiene.
Paradójico.
Tenso.
Contradictorio.

Doloroso.

No hay comentarios: