domingo, 13 de septiembre de 2009

La última mirada de Tyler Durden

Caminando entre carcasas que fueron
en otra vida, en otro mundo, en otra
filosofía,
personas y latidos de personas,

Tyler destapaba a aquellos que hicieron
en otro mundo, preguntas, en otra
vida, anarquía.
Su ética despojaba de cadenas
cada neurona.

Hiriendo su cuerpo Tyler peleaba
contra la belleza y su condena.
En un bautismo
rojo y astillado convirtió la muerte
en su esclava.
Fue cuando se deshizo a sí mismo.

Y entre las cenizas de sus ideales
Marla besó los fragmentos inertes.
Y entre puñales,
cada uno, a su manera, le hizo el amor
a la muerte.
Con su olor, con su sabor a suicida
Marla sólo se abrazaba a la vida.

Tyler Durden y su otro yo sin nombre
le pusieron voz con gritos a un valor
desesperado,
perdido en el color gris de los hombres:

el de la catarsis del sufrimiento.
Perdiendo todo, objetos y principios
vacíos, rotos,
encontraron al final la libertad
en movimiento.

Pero la libertad siempre da miedo,
y el yo innombrable de Tyler quiso
hacer un voto
de traición, detener la ferocidad
puesta en el dedo
de todas las mentes. Sin saberlo se

inculpó, porque Tyler y él eran uno.
De un balazo intentó unir sus dos partes,
cuestión de fe.
Nació, no siendo alguien, sino ninguno.
Punto y aparte.
La última mirada de Tyler fue Marla,
la primera de ninguno fue para
tocarla.



En honor a la maravillosa novela de Chuck Palahniuk
y dedicada a la película genial de David Fincher.
Ambas me ayudaron a abrir los ojos y pusieron su
granito de arena en lo que ahora soy.

Fight Club. I wish i had it.