lunes, 8 de febrero de 2010

La realidad, que no me abandona...

Lacan y Foucault, José María Alvarez y Fernando Colina, Bataille y Schopenhauer... Sólo me ayudan a comprenderla, pero no resuelven mi angustia.
Sólo le ponen palabras, pero no la callan.
No creo que pudieran hacerlo, porque los muy cabrones argumentarían que mi angustia es sólo mía, que no hay nadie que pueda repararla o quitarla porque mi deseo es el deseo de otro, porque mi falta refleja el precio que pago al simbolizar mis más biológicas pulsiones, porque al final soy preso de un discurso, de una frase o de una palabra.
En una simple sentencia: jódete y baila.
Y lo peor de todo es que siento que tienen razón, que no hablan en balde.
Pero no me ayuda. Al contrario, me asusta.
Si estar vivo es una casualidad envilecida por la agonía de tener que estar deseando lo que jamás podrás tener, ¿de dónde surgen el amor, la rabia, la decencia o la hipocresía?
Es más, ¿acaso importan?

Todo el mundo está de acuerdo en que la vida es la antesala de la muerte. Quizá por eso sea el único sitio donde nos está permitido sufrir.
Pero no es eso.
No me quejo del sufrimiento, sino del sinsentido.
Todo es etéreo y decadente. Todo es una construcción lingüística. Y por lo tanto, todo es nada.
En esa nada, como la cola de una lagartija que aún no se ha percatado de su separación y su muerte, aparece el deseo obligándonos a vivir y a quemarnos sin obtener nada que lo calme. Y resulta que si algo lo calmara nos moriríamos, mental y/o físicamente.
O sea, o vivimos en una acatisia espiritual constante, o morimos.
¿A eso se reduce todo?
¿A desear o morir?
¿Es eso lo que encierran todos los discursos con el sometimiento a su poder, señor Foucault?
¿Es eso lo que define la falta insaciable que otorga peso a la subjetividad individual, señor Lacan?
¿Es eso lo que les permite explicar, comprender y tratar las psicosis señores Alvarez y Colina?
¿Es eso lo que da significación humana al erotismo, señor Bataille?
¿Es eso lo que enmarca el mundo como voluntad y representación, señor Schopenhauer?
Porque yo no lo sé.
Y porque nunca me ha gustado que jugaran conmigo, lo controlara yo o no.

Si el amor es una construcción discursiva que se pierde entre los neurotransmisores y mi individualidad espiritual, allí donde se esconde la totalidad de mi ser que no puede ser reducida a palabras o signos y, por tanto, no puede ser explicada, entonces no quiero estar vivo.
Porque ser consciente de la inasibilidad de la vida, incluso a nivel espiritual, produce desasosiego y angustia.
Y entonces todo se vuelve REAL en el sentido lacaniano del término.
Me siento como un personaje de Lovecraft que descubre el mundo oculto en el mundo.
Si yo estoy hecho de palabras, jamás podré comprender la verdad objetiva que me rodea.
El precio de haberla visto por un instante es la locura o la muerte.

Creo que ya voy a medio camino de ambas.

La pregunta esencial para Dora que remarca Lacan es ¿qué es ser una mujer?
Mi pregunta esencial es ¿cuánto me falta para caer en una, en otra o en ambas?

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