viernes, 14 de mayo de 2010

Me confieso, así que dejadme en paz

No soy un intelectual.
Puede que alguna vez lo haya pretendido, igual que una vez pretendí ser músico y una vez pretendí ser psicólogo y una vez pretendí ser escritor y unas dos veces pretendí ser novio.
Utilizo el verbo "pretender" con la significación doble de dos lenguas.
En español "pretender" significa tener la intención de (ser) algo.
En inglés "To pretend" significa fingir.
Así que tuve la intención de ser todas esas cosas a la vez que las fingía.

No soy un buen amigo y tampoco soy un buen novio. No soy un buen hijo y cierta certeza me atraviesa diciéndome que tampoco seré un buen padre si algún día tengo descendencia.
No soy bueno en nada.
No soy buena persona.

Suena a autocompasión. Lo sé porque son infinitas las veces que me he autocompadecido. También diré que ya no me avergüenza, porque no está mal que uno sienta pena de uno mismo. Si ni siquiera puedes permitirte tristeza y compasión contigo mismo, entonces te odias tanto que ya no es humano, sino mortal. La autocompasión puede ser el abrazo de emergencia, el último, antes del desastre. Así que sé perfectamente que suena a autocompasión.
Pero no lo es, y me importa tres cojones lo que penséis si estais leyendo esto.

Digo que no soy bueno en nada, que no soy buena persona por las mismas razones que llevo cuatro años diciendo cosas en este blog. Para expíar mi culpa, para calmarme.

Quizá sólo me haya traicionado a mí mismo una vez aquí, cuando, rompiendo la promesa que me hice de permanecer en el anónimato, difundí la dirección del blog señalándome.
No puedo evitar pensar que lo hice para conseguir halagos y aprobación, pero simultaneamente pagué el precio. Volverme más vulnerable de lo que ya soy.

Me he dado cuenta de lo incomprensible que resulta mi identidad. Mejor dicho, de lo incomprensible para los otros que resulta mi viaje hacia mi esencia.
A pesar de intentar adornarlo con belleza en las palabras o de tratar de provocar estremecimientos con imágenes violentas, al final es ininteligible.
Al final, el tratar de ser aceptado mediante el desentrañamiento de mi alma resulta pueril, estúpido, agotador e inútil.

Así que no soy un intelectual, no soy un buen novio ni un buen amigo, ni un buen hijo ni seré un buen padre.
Porque no soy nada. Porque ninguno de nosotros somos nada. Pero tratamos de pretender y de fingir que somos algo. Nos apoyamos los unos a los otros en una parodia de relación humana. Miramos, cotilleamos y diseccionamos el interior de los otros, pero somos incapaces (malditos cobardes) de asomarnos mínimamente a nuestro propio interior.

Llevo cuatro años gritando que no somos nada. Que la vida y la muerte están unidas sólo porque hay conciencia.
Llevo cuatro años gritando que estoy lleno de odio y que me muero por soltar todo el amor que llevo dentro.
Cuatro años expulsando rabia y llanto en forma de letras y frases.
Llevo cuatro años utilizando este blog como muleta.
Y no sé si esto es el final, no sé si cerrarlo y olvidarlo.
No sé si dejar de hablar de suicidio y experimentarlo de una puta vez como hizo ella.

Porque no me entenderéis nunca. Y me da completamente igual que penséis que es una prepotencia por mi parte, igual que me da completamente igual que penséis que es autocompasión.
Hablé para aclararme, no para gustaros (aunque hubiera sido fabuloso).
Escribí para ordenarme, no para agradaros (aunque a veces también lo PRETENDÍ).

Quizá esto tampoco se entienda. No importa.
No soy un intelectual.
No soy una buena persona.
No soy, joder. No necesito sentir que me crucificáis, prefiero ahorraros el trabajo y hacerlo yo mismo.
Así que ahora dejadme en paz.

No hay comentarios: