martes, 30 de junio de 2009

La consecuencia del silencio

Solo.
Me siento solo.
Solo ante la comprensión. Solo ante uno de los incontables lados de la verdad.
Es una pequeña parte del precio que pago.
El precio de no saber argumentar "racionalmente", el precio de la sinceridad, el precio de tomar partido en contra de lo establecido, el precio de no manejar la diplomacia de salón, la política de la mayoría.

Y te tachan de anárquico. Te tachan de antisistema, de idealista, de inexperto. No sirven tus argumentos porque no tienes la capacidad de generarlos ante oídos ajenos.
Y no puedes dejar de ver lo que has visto, de creer en lo que sientes.
Porque has llegado allí atravesando lo que otros están experimentando y dan por supuesto, porque lo probaste y viste que no te llenaba, porque tuviste la decencia de reconocer tu propia ignorancia.

Inútil.
Me siento inútil.
Inútil ante los demás y, sobre todo, inútil ante mí mismo. Inútil no por no persuadir, sino por no motivar a la reflexión.
Es una gran parte del precio que pago.
El precio de no castigarme (que acaba castigándome), el precio de insistir (que acaba anulándome), el precio de defender mis convicciones (que acaba por convertirse en el precio de defenderme a mí mismo).

Y te tachan de poco realista, de inmaduro, de utópico.
Te tachan de subversivo porque tratas de ayudar pensando otra cosa, porque tratas de crecer a partir de tu propia experiencia, porque negaste la autoridad al descubrir que no había una única verdad absoluta que pudiera y pidiera ser defendida, ser reconocida.

Para ti era evidente. Para el sistema, inaceptable.
Y fuiste definido como desobediente en lugar de aventurero, como peligroso en lugar de comprometido.

Pero sólo son palabras, como las que tú dices. Si las tuyas tienen el mismo peso que las suyas, entonces o las suyas no pesan nada o las tuyas, demasiado.

Y cuando ya no lo soportas más, decides tomarte un respiro y callar.
Como yo ahora, callado, hastiado, inútil y solo.
Sin embargo, hay un problema. El silencio es arriesgado. El sistema respira tranquilo porque te has callado, pero no puede silenciarte. Ya nada puede conseguirlo porque lo que viste, lo que creíste, ha pasado a formar parte de ti, de tu cuerpo y tu mente.
Y si no puede hacerte callar, pero ya estás harto de pronunciar palabras, haces lo que inevitablemente te han obligado a hacer:

Actúas.

La consecuencia del silencio es el movimiento.
Que es, precisamente, lo que todo sistema trata de evitar reprimiendo, aplastando, despreciando, silenciando.

La consecuencia del silencio es el principio del cambio.

Me alegro de estar callado.

No hay comentarios: